El año natural ha cumplido otro ciclo anual. Los estudiantes que constituyen nuestra clase Senior están aprendiendo que nosotros, como padres, no estábamos mintiendo cuando sugerimos que cuanto más envejecemos, más rápido gira la rueda anual. Entonces, ¿qué pasó en los últimos doce meses en THS? ¿Qué aprendimos en 2021 y, lo que es más importante, qué esperamos?

La primera lección que saco de 2021 es el poder de la comunidad. Esta energía se puso de manifiesto en el pintoresco día primaveral de 70 grados de nuestra ceremonia de graduación. Lo que recuerdo de la celebración del año pasado fue una convergencia ideal de reconocimiento, celebración e ilusión por el futuro. En un momento de nuestra sociedad en el que pocas reuniones públicas representan realmente el tapiz de nuestra comunidad, la graduación nos reunió bajo un paraguas de optimismo y esperanza. Padres inmigrantes recién llegados a nuestra nación celebraron los logros de sus hijos junto a familias cuyos antepasados emigraron a Utah cinco o seis generaciones atrás. A pesar de las distintas experiencias vividas por todos los presentes, las aspiraciones de un futuro brillante para cada uno de nuestros graduados unieron nuestras historias y resaltaron el poder de la celebración cívica. Como escuela, nos sentimos honrados por la oportunidad de desempeñar un pequeño papel a la hora de aportar este tipo de energía a nuestra comunidad.

Nuestra actual cohorte de estudiantes de último curso, la promoción de 2022, ha experimentado un viaje educativo muy poco convencional. Primero afrontaron la interrupción de su segundo año por el inicio de la pandemia. Posteriormente, en su penúltimo año, estos estudiantes navegaron por las aguas turbias de una temporada académica llena de incertidumbre y ajustes constantes mientras respondíamos a la pandemia. Y ahora, en su último año, entraron en una escuela puesta patas arriba por un monumental proyecto de construcción que no tendrán la oportunidad de disfrutar cuando esté terminado. Con unas circunstancias que no son las ideales, cabría pensar que nuestros alumnos levantarían las manos y tirarían simbólicamente la toalla.

En lugar de una decepción masiva, he visto todo lo contrario. He experimentado a diario comportamientos de jóvenes de diecisiete y dieciocho años que desafían nuestras expectativas. Estas manifestaciones de resiliencia y expansión se expresan en acciones pocas veces vistas, como en el alumno que abre las puertas a un desconocido a las siete de la mañana y le ayuda a llevar su carga hasta la oficina principal. Esta misma energía está presente en el estudiante que recoge una bandeja de comida que se ha dejado y busca una papelera para tirarla. Se expresa en el alumno que me escribe para comunicarme su gratitud por la influencia de un profesor en su vida. Ese crecimiento también se manifiesta en el alumno que encuentra apoyo emocional para un amigo que está atravesando una situación familiar difícil. Y está siempre presente en el grupo de artistas y compañeros de equipo que se unen en oración y meditación antes de una última representación teatral o de un gran partido.

Así que no te preocupes por esta promoción. El curso 2021 me ha enseñado que nuestros alumnos son mucho más resilientes de lo que quizás les atribuía, y me han recordado que una perspectiva esperanzadora del futuro supera con creces las proyecciones de pesimismo y desánimo. Estos últimos doce meses también han puesto de relieve una tercera lección digna de mención. La magia de la escuela se produce en las interacciones cotidianas que nos mueven colectivamente hacia un objetivo común. Este proceso es a menudo menos que perfecto, y a menudo interrumpido por lo inesperado, pero digno de nuestro aliento colectivo.